lunes, 29 de mayo de 2023

EL IMPERIO AZTECA








INTRODUCCIÓN

Los aztecas, o mexicas, fueron uno de los pueblos más poderosos y famosos que vivieron en Mesoamérica antes de la llegada de los españoles. Su historia comienza cuando, buscando un lugar especial para vivir, llegaron a una isla en el lago Texcoco y fundaron la ciudad de Tenochtitlán en 1325.

Desde esa isla en el agua, los aztecas construyeron un gran imperio que, en menos de dos siglos, se extendió por gran parte del territorio que hoy es México y parte de Guatemala. Para lograrlo, unieron fuerzas con dos ciudades cercanas y formaron la llamada Liga de las Tres Ciudades.

Su poder creció gracias a su organización, sus guerreros y su capacidad para gobernar a muchos pueblos diferentes. Además, lograron que su idioma, el náhuatl, fuera hablado por millones de personas en toda la región.

El imperio azteca fue uno de los más grandes de América, con más de 22 millones de habitantes y un territorio enorme, hasta que en 1521 llegaron los españoles y cambiaron para siempre la historia.




TENOCHTITLÁN: CENTRO DEL PODER AZTECA


Tenochtitlán, la capital de los aztecas, fue construida en el centro del Lago Texcoco, en el valle de México. Desde allí iniciaron su expansión imperial. Enriquecida con los impuestos que pagaban los pueblos dominados y aprovechando estratégicamente los recursos de su entorno natural, la ciudad se convirtió en una de las mayores del mundo de su época.

La ciudad estaba rodeada por agua, por lo que sus habitantes desarrollaron un sistema de canales que funcionaban como calles, facilitando el transporte en canoas y conectando distintos barrios.

En el corazón de la ciudad se encontraba un gran centro ceremonial con templos y palacios impresionantes, donde se realizaban rituales religiosos y se tomaban decisiones políticas importantes. El mercado principal era uno de los más grandes y activos, con productos que llegaban desde distintas regiones del imperio, mostrando la riqueza y diversidad cultural de sus habitantes.

Tenochtitlán destacaba también por su organización y planificación urbana, combinando la naturaleza y la ingeniería humana para crear un espacio funcional y majestuoso. La ciudad era un símbolo del poder y la grandeza azteca, reflejando su capacidad para dominar un amplio territorio y mantener un sistema complejo de gobierno y comercio.

Además, los aztecas demostraron un profundo respeto por el entorno natural. Construyeron diques y canales para controlar el agua del lago y evitar inundaciones, y usaban sistemas de riego que permitían distribuir el agua de manera eficiente. También aprovechaban los recursos del lago sin agotarlos, mostrando una relación equilibrada entre la ciudad y la naturaleza que puede considerarse una forma temprana de ecología urbana.
















´Enlaces para más información sobre Tenochtitclán:


https://www.eleconomista.com.mx/arteseideas/Tenochtitlan-a-498-anos-de-la-caida-de-la-gran-ciudad-que-parecia-de-plata-20190813-0057.html  


https://arqueologiamexicana.mx/mexico-antiguo/tenochtitlan





LA ECONOMÍA AZTECA

Durante su apogeo, la economía del imperio mexica (o azteca) fue muy próspera. Los aztecas lograron producir muchos alimentos gracias a técnicas agrícolas avanzadas, que les permitieron aprovechar mejor sus suelos fértiles. En los lagos y zonas pantanosas construyeron chinampas, que eran balsas cubiertas de tierra con las que formaban islas artificiales. En ellas, gracias a la humedad del agua, cultivaban maíz, calabaza, cacao, poroto, tomate, entre otros productos.

La alimentación también incluía la caza de animales como conejos, venados y pecaríes (una especie de cerdo salvaje), y el consumo de animales domesticados, como el pavo. Además, pescaban y recolectaban alimentos del agua, como peces, camarones, larvas y gusanos blancos.

El método de cultivo en chinampas fue tan eficaz que aún hoy se utiliza en algunas zonas de México.

La economía azteca también se fortaleció gracias al tamaño de su imperio. Las conquistas les dieron acceso a esclavos, mano de obra barata y tributos (impuestos que debían pagar los pueblos dominados). Además, al controlar tantos territorios, pudieron manejar las rutas comerciales y formar una gran red de intercambio entre los distintos pueblos que estaban bajo su dominio.







Su método de chinampas para el cultivo aún hoy se utiliza.



LA ORGANIZACIÓN DEL ESTADO AZTECA

El soberano azteca o tlatoani era la máxima autoridad política, militar y religiosa. Era elegido por un consejo de nobles y gobernaba hasta su muerte, excepto que el Consejo Supremo lo destituyera por considerar que no estaba cumpliendo sus funciones como correspondía.

El tlatoani contaba con funcionarios, elegidos por él, que lo ayudaban a controlar las ciudades del imperio y cobrar el tributo a los pueblos dominados.

El ejército azteca era muy poderoso y estaba formado por profesionales, lo que demuestra la importancia que tenía la guerra para este pueblo. ¿Por qué? Necesitaba tropas preparadas y disciplinadas para llevar a cabo su plan de incorporar territorios y someter a sus habitantes, a quienes imponían tributos. Además, las creencias religiosas los llevaban a organizar guerras con el objetivo de obtener prisioneros para los sacrificios que ofrecían a sus dioses.

UNA SOCIEDAD JERARQUIZADA

Los aztecas conformaban una sociedad muy jerarquizada. Cada persona tenía privilegios y obligaciones acordes con el lugar que ocupaba en la sociedad, lo que provocaba fuertes diferencias entre todos los miembros.


La base de la organización social era el calpulli, grupo de personas que tenían un antepasado en común. Cada calpulli controlaba y trabajaba en forma comunal sus propios campos de cultivo. Los jefes eran los encargados de distribuir y recolectar una parte de la producción para pagar el tributo al Estado central.


La nobleza (pipiltin) estaba formada por el gobernante o tlatoani, su familia y el resto de la clase dirigente, es decir, los jefes militares, los sacerdotes y los jefes de los calpullí. Entre ellos formaban un consejo que elegía al tlatoani. Los pochtecas eran comerciantes encargados de recorrer largas distancias, incluso fuera del imperio, en busca de productos que no había en la región. Tenían muchísimos privilegios y un rol importante, ya que no solo comerciaban en su nombre y para el imperio, sino que muchas veces eran embajadores del tlatoani o le servían de espía.


La mayoría de la población estaba formada por campesinos y artesanos, llamados macehuales. Pagaban tributo tanto en especias (por ejemplo, cultivos) como en trabajo para el Estado y el calpulli.


Los mayeques también eran campesinos, pero no tenían acceso a las tierras comunales. Trabajaban para los nobles o los comerciantes. En lo más bajo de la pirámide social estaban los tlacotín, que eran esclavos.


Podían tener bienes y comprar su libertad. En general, eran prisioneros de guerra o personas que no habían podido pagar sus deudas.


CULTURA Y RELIGIÓN DE LOS AZTECAS 

La guerra y la religión eran centrales en la cultura azteca.


Los aztecas eran un pueblo fundamentalmente guerrero y religioso. Eran politeístas y sus dioses estaban asociados a los elementos naturales, como el Sol, la lluvia o el viento. Su máxima deidad era Quetzalcóatl, que simbolizaba la sabiduría y estaba representado por una serpiente emplumada. Sin embargo, al ser los aztecas una sociedad guerrera, era Huitzilopochtli, dios de la guerra, el que más rituales y sacrificios recibía en su honor. Además, Huitzilopochtli también representaba al Sol, y los aztecas realizaban sacrificios humanos para asegurarse de que siguiera brillando cada día.

Otra deidad central para la religión azteca era Tlaloc, que por ser el dios de la lluvia era sumamente importante para una sociedad agrícola.

Los aztecas tenían un calendario para las ceremonias religiosas de 260 días expresado por la combinación de números (del 1 al 13) y figuras (conejo, lagarto, fuego, etc.). Muy pocos sabios podían interpretarlo. Además, tenían un calendario solar de 365 días, que combinaban con el religioso marcando ciclos de 52 días.

Al contar con un sistema de escritura, los aztecas registraban los hechos de su historia, sus creencias y algunos hechos cotidianos, como fallos del tribunal de justicia o la contabilidad de los tributos. Lamentablemente, los españoles quemaron casi todos estos documentos en una gran hoguera.

El imperio heredó tendencias culturales de culturas precedentes, como los teotihuacanos. De hecho, hicieron de la antigua ciudad de Teotihuacán, ya abandonada y en ruinas, un lugar de peregrinaje religioso en el que llevar a cabo ritos y ofrendas humanas: varones al dios Sol, mujeres a la diosa Luna.


Los aztecas no construyeron Teotihuacán, pero lo utilizaban para sus rituales.







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